Un jueves, un relato: fenómenos atmosféricos...
En algún lugar desierto del planeta (y nunca mejor dicho), un día cualquiera del siglo XXII. El siglo próximo…
— Pues el presentador del tiempo, tras anunciar aires acondicionados y helados varios con el abanico dale que te dale, ha dicho que mañana tampoco lloverá, y que ya se puede calificar a esta sequía como “eterna” en lugar de “pertinaz”.
— No es ninguna novedad, más de lo mismo, y llevamos así más de tres años. Sequía total. Ayer le tuve que explicar a mi hijo de 5 años lo que era una gota de lluvia y me costó una barbaridad. Le dije que antaño nos protegíamos de las mismas con un artilugio llamado paraguas.
— ¿Y qué te dijo?
— Que había visto uno en un museo, en una visita que hicieron con el colegio.
— ¡Qué fuerte!. Y lo que es lamentable es que todavía algunos se atreven a negar el cambio climático.
— Sí, anda que dejaron bien el planeta los de los siglos anteriores. Y mientras tanto, nosotros a beber más y más aguas de las desaladoras. Sabe fatal. El otro día la volvieron a filtrar mal y me tragué un arenque.
— Menos mal que no fue un erizo, como le pasó a mi primo, que todavía tiene pinchos en el gaznate. Esa agua sabe a rayos. Yo le pongo unas gotitas de cognac “La Parra” para quitarle el mal sabor.
— ¿Y lo consigues?
— No, en absoluto, pero con tanto trago estoy así como más contentito todo el día. Como se decía…
“ Cognac la Parra, el que lo bebe la agarra”
— Pues habrá que probarlo. Lo que sí te digo, es que cuando la temperatura ambiente llega a los 52 grados a la sombra, mi mujer y yo, un tanto sudorosos, nos damos un chapuzón.
— Ya, pero ¿En dónde? . Si los todos los pantanos están secos y las piscinas han sido prohibidas desde tiempo inmemorial.
— Hay otros métodos, ya te digo... Llenamos una jeringuilla con el agua de la maldita desaladora y nos enchufamos un roción brutal, cual manguerazo. ¡Qué sensación, es formidable!. Ni los Spas, ni balnearios esos que hubo en la antigüedad.
— No me digas más. Voy a probarlo. Nosotros, cuando alcanzamos los 55 grados de temperatura a la sombra, metemos los pies en el wáter y no veas tú que alivio. Nos va fenomenal.
— Pues lo vamos a probar también. Por cierto, ¿dónde iréis a veranear este año?
— Como todos. Cogeremos el tren e iremos al Sáhara, que se está fenomenal. Mucho menos calor que en Galicia. Así como más fresquito y agradable.
— Es la única ventaja de la sequía brutal que arrastramos. Africa y Europa por fin conectadas y ya no hay que coger Ferrys y demás. Yo fui en bici el año pasado a Tánger a través del pasadizo de Gibraltar, eso que antes era el Estrecho, pero ahora está llenito de cactus, tiendas de chinos de todo a 1 euro, y de inmobiliarias que se hartan de vender nuevas promociones. Lo quieren repoblar.
— Sí, sólo falta que nos quedemos algún día sin desaladoras. Y pensar que hubo gente que negó en el siglo pasado el cambio climático, qué barbaridad
— Sí, no se dieron cuenta de lo que nos venía encima. Venga, pásame un poco de ese cognac “La Parra” que me pego un lingotazo con agua o sin ella.
FIN
Este relato participa (23 mayo 24) en la convocatoria semanal de relatos "Un jueves, un relato" que esta semana convoca MAG desde su blog LA TRASTIENDA DEL PECADO . Muchas gracias por la convocatoria!!!
Cambios que anuncian el final para algunos... pero sabemos que el cuerpo se acomoda a todo, y si no, al diablo.
La que acaba de comentar soy yo María de Algo más que palabras
Buffffff qué horribleeee no me quiero imaginar 55 grados a la sombra madre mía jajajajaja.
Muy divertido tu relato.
Un beso.
Pues con la primavera rara que estamos pasando —al menos en Galicia— viene muy a cuenta este relato. Y sí que es cierto eso del cambio climático, pero los políticos solo tienen visión a corto plazo, el que venga luego que se las componga. Y así nos va de mal. Acabaremos desertizados. y menos mal si queda agua salada. El toque humorístico muy bueno, aunque sea humor negro en realidad.
Un abrazo.
Hola, Santi.
Le has dado la vuelta al tema, con ese toque de humor, aunque, como han dicho en algún comentario, deberíamos tener más conciencia. Bueno, quizá los de arriba, porque lo de abajo hacemos todo lo que podemos.
Cualquier día me veo un oso en la puerta de casa. No es nada gracioso.
Millones de gracias por tu participación, siempre con ese toque irónico que juega con la verdad subyacente.
Un beso.
Mag