SORPRENDENTE
Con una cenita empezamos a salir Elenita y yo. Con otra cenita fenecería nuestro amor.
No quise hacerlo por Whatsapp o por sms, me daba nosequé. Habían sido 2 años 9 meses y 3 días. Suena a condena, pero sí, lo es. Ahora quise dar la cara.
Semblantes tristones. No, no había velas de olores desplegadas por el restaurante.Puede que algo sospechara. Sería rápido, y cuando sirvieran los tiramisús de postre se lo diría. A ver cómo camuflaba yo ese típico “no te aguanto más”. ¡Qué difícil resulta!.
Pero curiosamente fue ella la que comenzó con los reproches. Quien me lo iba a decir a mi. Me echó en cara de todo y por todo. Hasta mencionó la pasta de dientes que salpicaba con gotitas de dentífrico el espejo del baño. Gotitas. Sí, también habló mal de mi madre. Le ponía de los nervios, según decía. Pude replicar, pero…le eché más vino.
A continuación puso a parir a varios amigos míos. Los detestaba. Fui a protestar, pero…en lugar de ello, le eché de nuevo más vino, sin miedo.
Pidió el tiramisú, pero insistió que lo acompañasen de un whisky doble. Elenita no se cortaba.
No, no pude decirle nada de nada, porque entonces comenzó a cogerme con cariño de la mano.
Qué cosas. Encontramos el amor esa noche, la noche del tiramisú. Todo esto sucedió hace 25 años y hoy es el día que aún celebramos aquella cena.
Y qué bien nos llevamos. Bueno, mi madre y ella…no tanto.
Relato presentado para microrrelatos de "el tintero de oro"
¡Buenas, Santi!
Me ha gustado el giro que le das al planteamiento inicial. Lo que parecía una cena de ruptura se convierte en una reconciliación inesperada gracias a una buena dosis de reproches, vino y tiramisú. Tiene mucho ritmo y un humor que engancha, sin forzar nada. Y el remate final con lo de la suegra… muy en su punto.
¡Un saludo, compañero!
Un relato divertido y con ese final que termina con la suegra. Una sonrisa me ha dejado. Un saludo.
Es una historia encantadora que subvierte expectativas con humor y ternura. El arranque con las “cenitas” como inicio y supuesto fin del amor es ingenioso, y el contraste entre la intención inicial del narrador (terminar la relación) y el desenlace (reavivar el amor) es un giro efectivo. El estilo es coloquial y ligero, con detalles como las “gotitas de dentífrico” o el “whisky doble” que dan vida a los personajes. Me encanta cómo el narrador, en vez de discutir, opta por echar más vino, mostrando resignación y cariño a la vez. El final, con 25 años de relación y el guiño a la suegra, es cálido y divertido.
Un abrazo, Santi.
Me gusta por lo que significa: a veces vemos el desamor como un mal inevitable, como un proceso irreversible en el que todo el universo se conjura para que esos dos se dejen de hacer daño. Y muchas veces es imposible distinguir una crisis de una ruptura, y solo lo hacemos a posteriori, cuando se separan o cuando se unen más aún. Porque las crisis unen. Superar juntos los problemas une muchísimo más que flores todos los días. Y es tan dificil saber hasta dónde merece la pena luchar por una relación que hay ejércitos de consejeros y similares que viven precisamente de eso. Me encanta tu mensaje, rompedor en este contexto, y que ofrece una perspectiva diferente: a vece…
Hola Santi. Un relato de desamor que acaba bien, con una pareja enamorada. A veces no es tan difícil encontrar puntos de encuentro cuando se pone voluntad y el vinito ayuda, que si no fuera por eso quizás la pareja hoy no estaría junta. Lo de la suegra.... pues que se le va a hacer, hay que aguantarla. Un abrazo.