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Relato pedados capitales: Gula

LOS 7 PECADOS CAPITALES – GULA





Lo reconozco: todavía podía comer más. Como dicen es esos cursos a los que acudí en su día “siempre se puede”. Si bien aquellos cursos creo que estaban enfocados más bien a la voluntad y a su fuerza, que al comer torreznos.  Porque no estaba ahíto. Ni mucho menos. Entre otras cosas porque esa rara palabra de “ahito” no sabía muy bien qué demonios significaba. Nunca estudié japonés.


Cogí encantado otro torrezno, con deleite, relamiéndome un poco más, si cabe, y pensé… el último y sanseacabó. Iba a reventar la báscula, que por la mañana indicó 90 kilos. Pero enseguida me arrepintí de aquellos pensamientos impuros de dejar los placeres, y cogí un nuevo torrezno y otro más y otro... No podía parar, estaban exquisitos. Pedí otra ración. Con razón a la cocinera del bar le llamaban la reina del torrezno. Tanto es así, que  siempre que la veía le daba un cabezazo por salutación. Parece ser que esa es la manera de saludar a reinas y demás monarcas. Con lo sencillo que es darse la mano…


Realmente, no sabía muy bien si a esta hora estaba pensando en monarquías o en cortezas de cerdo fritas. Fue entonces, cuando decidí cambiar el guión. “Renovarse o morir” que también lo aprendí en aquellos cursos de los que hablo y que tanto bien me hicieron. Sin más, renové mi menú, y me hice ahora un bocata, de torreznos, claro. Y me apuré mientras tanto mi cuarta lata de “Estrella Galicia”. Lo estaba bordando ese día. Que no me viera el endocrino, por Dios, que no me viera, que vivía cerca.


¿Por qué demonios me atiborraba de rica comida? Muy sencillo, mañana comenzaba la dieta y como decían también en mis cursos “hay que saber despedirse como merece la ocasión”. Yo no sé qué hubiese hecho sin tanto curso. ¡Cielos…al de la mesa de enfrente la habían servido unas almejas a la marinera, llenitas, llenitas de salsa! Pues sí, de solidaridad entre afines también aprendí un montonazo. Me pedí una ración, más pan y algo para beber, que ya estaba escaso. ¡Qué bueno es hacer barquitos!


Iba a poner lo que comí de postre, pero entonces…superaría las 350 palabras estipuladas del relato y siempre hay que cumplir las normas, como también aprendí.


Todo esto fue lo que me sucedió el día anterior que comencé la dieta.


¿Qué sucedió con mi peso desde entonces?


20 kilos de diferencia, pero todo hay que decirlo: no de menos, sino curiosamente de más, peso 110 kg. y lo peor del caso es que sigo igual de contento, o incluso más. Porque como aprendí en los cursos aquellos, “hay que premiarse de vez en cuando en la vida”. Pues mira tú, yo me voy dando premios todos los días. Y lo mejor del caso es que soy feliz. Una felicidad a base de torreznos. El endocrino cuando me vea se va a agarrar un cabreo de pelotas.

 

 

  

 

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